domingo, 19 de diciembre de 2010

INVESTIGACIÓN ELIMINACIÓN TCA

Barcelona, 9 dic (EFE).- Un grupo de empresas catalanas del sector biotecnológico, alimentario y enológico han puesto en marcha un proyecto de investigación para diseñar un método que garantice la destrucción del tricloroanisol (TCA) un compuesto volátil que provoca el mal denominado "gusto a corcho" en vinos y cavas.
Aunque popularmente a este mal sabor se la da incorrectamente ese nombre, la causa no está en el corcho sino en el TCA que tiene su origen en biocidas sintéticos, y que al estar presente en el ambiente es susceptible de ser absorbido por el corcho y éste cederlo a un líquido del interior de una botella y alterar así su calidad.
Las compañías que participan en esta investigación -que cuenta con una inversión de 1,5 millones de euros con financiación de fondos FEDER- son AB-BIOTICS, la corchera Vigas (Palafrugell), Cavas Hill (Moja-Olèrdola) y el fabricante de maquinaria alimentaria Bigas Alsina (Girona), se explica en un comunicado.
Investigadores de todo el mundo llevan años buscando sin éxito una solución para este problema, para el que AB-BIOTICS está desarrollando un sistema capaz de eliminarlo.
Los precursores del TCA han estado presentes durante muchos años en pesticidas y fungicidas, y a pesar de que su uso está prohibido en Europa, persisten en el medio ambiente al no ser biodegradables.
Por ello, si un alcornoque se encuentra expuesto a este compuesto, el tapón fabricado con su corcho puede contaminar el vino o el espumoso.
El resultado, apuntan los expertos, es un olor y un gusto a enmohecido característicos, conocidos como "gusto a corcho", que a pesar de ser totalmente inocuo, provoca un rechazo inmediato por parte del consumidor, con el consiguiente perjuicio para la imagen de la bodega que comercializa el vino o el cava.
Los efectos del TCA se perciben incluso en concentraciones muy bajas: una persona puede detectarlos a partir de una concentración de 10 nanogramos por litro, es decir, el equivalente de diluir un sobre de azúcar de este compuesto en una piscina olímpica llena de vino.
Las mismas fuentes indican que los tapones alternativos que han surgido en el mercado, como los de vidrio o silicona, no ofrecen las mismas propiedades que el tradicional de corcho.
"Con el paso del tiempo no mantienen el vino en condiciones estancas, provocando su oxidación y pérdida de propiedades", explica la responsable de investigación del área de Química d'AB-BIOTICS, Elisabet Lázaro.
Además, por motivos culturales, los consumidores prefieren este tipo de tapones de corcho -casi una sinécdoque para el conjunto de los consumidores- que por otra parte supone el 85% del volumen de negocio del sector del corcho en España y el resto del mundo.
La publicación científica European Food Research and Technology calcula que hasta un 10% de las botellas de vino que llegan al mercado podrían estar afectadas por TCA, lo que supondría en el peor de los caos, de cerca de 3.000 millones de unidades en todo el mundo.
No obstante, indican las mismas fuentes, la industria corchera ha logrado reducir estos riesgos de contaminación a mínimos.

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